Hace doscientos años una mujer estaba encerrada en su habitación. Con el tacón de su zapato golpeba hasta que un hombre leal llegó a su puerta y llevó el recado a una población cercana. Ella se llama Josefa Ortíz de Domínguez, Corregidora de Querétaro, que por medio de Ignacio Pérez hizo saber a los conspiradores Aldama, Allende e Hidalgo que su conjura había sido descubierta e inició la lucha por la Independencia de nuestro país.
Y es que en Querétaro, igual que en San Miguel y en Dolores se reunían personas ilustres, criollos (hijos de españoles nacidos en esta tierra) en su mayoría, a hablar sobre los libros de la Ilustración y de lo injusto del gobierno novohispano. Entre los queretanos estaban los hermanos Emeterio y Epigmenio González, Miguel Domínguez y su esposa, la ilustre Corregidora y otros más. Algunos de ellos fueron apresados y otros lograron participar en la lucha. Josefa Ortíz de Domínguez fue protegida por su esposo (que la encerró) y terminó sus días reclusa en un convento. Para gracia de este país, pudo dar la alarma.
Así Ignacio Pérez cabalgó desde Querétaro a San Miguel el Grande (hoy San Miguel de Allende) a entregar la carta al general Allende, y al no encontrarlo fue con Juan Aldama y en su compañía cabalgaron hasta Dolores, donde el general se hayaba reunido con el cura don Miguel Hidalgo. Y una madrugada del dieciseis de septiembre las campanadas despertaron al pueblo de Dolores y comenzó la lucha que había de hacer a la Nueva España un país llamado México.
